martes

Reflexiones porosas


Charles Percy Snow, químico y novelista inglés, lamentó, en su célebre conferencia de 1959 en el Senate House de Cambridge, la ruptura de lo que denominó "las dos culturas": por un lado la científica, por otro la artística. El problema de la franca hostilidad entre científicos y artistas, desde aquel momento, es una calca del diagnóstico de Snow:
Cuando los no científicos oyen hablar de científicos que no han leído nunca una obra importante de la literatura, sueltan una risita entre burlona y compasiva. Los desestiman como especialistas ignorantes. Una o dos veces me he visto provocado y he preguntado cuántos de ellos eran capaces de enunciar el Segundo Principio de la Termodinámica. La respuesta fue glacial; fue también negativa. Y sin embargo lo que les preguntaba es más o menos el equivalente científico de "¿Ha leído usted alguna obra de Shakespeare?"
Por suerte, cada lustro (si bien nos va), aparece una voz que logra conjugar lo mejor de ambas culturas, mostrándonos -si sabemos prestar la atención debida-, que no hay dos culturas, sino una sola, la cual reproduce el par de perspectivas desde las que los seres humanos podemos autoconocernos (el arte explota la perspectiva de la primera persona, o perspectiva fenomenológica; mientras la ciencia reconstruye la perspectiva, no contaminada y aparentemente impersonal, de la tercera persona).

Es éste el caso, no lo dudo, de Jonah Lehrer y su extraordinaria obra Proust y la neurociencia.

Conocí a Lehrer por su blog. Uno de los mejores, o quizá el mejor blog que he leído. Lehrer fue un afortunado. Trabajó en el laboratorio de neurociencia de Eric Kandel, premio Nobel de Medicina, y quizá el experto mundial en los estudios sobre la memoria. A Kandel siempre le había admirado, y Lehrer abreva seguramente del maestro. Proust y la neurociencia "versa sobre algunos artistas que se adelantaron a los descubrimientos de la neurociencia; escritores, pintores o compositores que descubrieron unas verdades sobre la mente humana -unas verdades reales, tangibles- que la ciencia está redescubriendo en la actualidad. Sus imaginaciones vaticinaron descubrimientos futuros". Así, en las páginas del libro, Lehrer nos narra el descubrimiento proustiano de la falibilidad de la memoria, la agudeza de Eliot para descubrir la maleabilidad del cerebro, o el accidental hallazgo del quinto sabor por parte del chef Escoffier.

Termino. La ventaja de reflexiones como la de Lehrer radica en una virtud epistémica opacada por la ruptura de las dos culturas: la porosidad. Una reflexión es porosa cuando se deja contaminar por las informaciones de las ciencias naturales y de las ciencias sociales -sobre todo, de la historia-, pero también de algunas experiencias y prácticas de la vida cotidiana, así como de sus deseos, emociones, intereses, e incluso de expresiones suyas como las de la cultura popular.

Texto para la cápsula "Al margen del libro" del programa de radio Notas al Margen, a trasmitirse el martes 20 de julio, a las 6 de la tarde.

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