sábado

Sobre el presunto derecho a poder decir cualquier cosa (Obertura)



Mientras termino con las últimas pinceladas de mi tesis doctoral, me divierto preparando el programa de uno de los cursos que tendré que impartir el siguiente semestre. Se trata de un curso medio de Filosofía de la Ciencia, dirigido a estudiantes de la licenciatura en Filosofía. A pesar de que siempre he estado interesado en algunos temas del área (e.g., la justificación de nuestras inferencias inductivas, la naturaleza de la explicación científica, y la presunta unidad de la ciencia), nunca había dado el curso, pero ahora la asignatura me queda como anillo al dedo por los temas que vienen ocupándome hace algunos meses. Uno de ellos: la normatividad de nuestros discursos con pretensiones cognitivas o epistémicas. En este contexto, he empezado a leer el libro Imposturas intelectuales, de Alan Sokal y Jean Brincmont (el primero, profesor de Física en la NYU, el segundo profesor de Física Teórica en la Universidad de Lovaina). Llegué a este libro a través de Jacques Bouveresse, el cual, en Prodigios y vértigos de la analogía, secunda algunas de tesis defendidas por Sokal y Brincmont. No había tenido la oportunidad de leer el libro que ocasionara uno de los mayores escándalos intelectuales de la década pasada, pero ahora que lo leo me percató de las razones del escándalo, incluso me sorprende que el escándalo no hubiese sido mayor. Hacia el final de la lectura (me restan algunas páginas), empiezo a sentir un profundo optimismo, y casi no he podido reprimir las risotadas. Quisiera sólo transcribir algunos párrafos del prefacio a la edición castellana, de la introducción, y de la reseña de Richard Dawkins, para que se comprenda la naturaleza escandalosa del libro, luego seguir pensado el asunto, y escribir más al respecto en algunos días.

Del Prefacio a la edición castellana:

La publicación en Francia de nuestro libro Impostures intellectuelles parece haber provocado una pequeña tempestad en determinados círculos intelectuales. Según Jan Henley en The Guardian, demostramos que «la filosofía francesa actual es una sarta de bobadas». Según Robert Maggiori en Libération, somos unos científicos pedantes y sin sentido del humor que se dedican a corregir errores gramaticales en cartas de amor. Nos gustaría explicar brevemente por qué ambas caracterizaciones de nuestro libro son erróneas y responder tanto a nuestros críticos como a nuestros seguidores superentusiastas. Queremos, en definitiva, deshacer unos cuantos malentendidos.

El libro surgió de la ya famosa broma por la que uno de nosotros publicó, en la revista norteamericana de estudios culturales Social Text, un artículo paródico plagado de citas absurdas, pero desgraciadamente auténticas, sobre física y matemáticas, tomadas de célebres intelectuales franceses y estadounidenses. No obstante, sólo una pequeña parte del dossier reunido por Sokal en su investigación bibliográfica pudo ser incluida en la parodia. Tras mostrar esa recopilación a amigos científicos y no científicos, nos fuimos convenciendo (lentamente) de que quizá valiera la pena ponerlo al alcance de un público más amplio. Queríamos explicar, en términos no técnicos, por qué las citas son absurdas o, en muchos casos, carentes de sentido sin más; y queríamos también examinar las circunstancias culturales que hicieron posible que esos discursos alcanzaran tanta fama sin que nadie, hasta la fecha, hubiera puesto en evidencia su vaciedad.

Pero, ¿qué es exactamente lo que sostenemos? Ni demasiado ni demasiado poco. Mostramos que famosos intelectuales como Lacan, Kristeva, Irigaray, Baudrillard y Deleuze han hecho reiteradamente un empleo abusivo de diversos conceptos y términos científicos, bien utilizando ideas científicas sacadas por completo de contexto, sin justificar en lo más mínimo ese procedimiento -quede claro que no estamos en contra de extrapolar conceptos de un campo del saber a otro, sino sólo contra las extrapolaciones no basadas en argumento alguno-, bien lanzando al rostro de sus lectores no científicos montones de términos propios de la jerga científica, sin preocuparse para nada de si resultan pertinentes, ni siquiera de si tienen sentido. No pretendemos con ello invalidar el resto de su obra, punto en el que suspendemos nuestro juicio.

Se nos acusa a veces de ser científicos arrogantes, pero lo cierto es que nuestra visión del papel de las ciencias duras es más bien modesta. ¿No sería hermoso (precisamente para nosotros, matemáticos y físicos) que el teorema de Gödel o la teoría de la relatividad tuvieran inmediatas y profundas consecuencias para el estudio de la sociedad? ¿O que el axioma de elección pudiera utilizarse para estudiar la poesía? ¿O que la topología tuviera algo que ver con la psique humana? Pero por desgracia no es ése el caso.

Un segundo blanco de ataque de nuestro libro es el relativismo epistémico, a saber, la idea -que, al menos cuando se expresa abiertamente, está mucho más extendida en el mundo de habla inglesa que en Francia- según la cual la ciencia moderna no es más que un «mito», una «narración» o una «construcción social» entre otras muchas. Amén de algunos abusos de grueso calibre (como en el caso de Irigaray), desentrañamos cierto número de confusiones bastante frecuentes en los círculos posmodernos y de estudios culturales: por ejemplo, la apropiación indebida de ideas procedentes de la filosofía de la ciencia, tales como la subdeterminación de la teoría por los datos o la dependencia de la observación respecto de la teoría, todo con el propósito de apoyar el relativismo radical.

De la Introducción:

El origen de este libro estuvo en una broma. Desde hace años, estamos asombrados e inquietos por la evolución intelectual que han experimentado ciertos medios académicos norteamericanos. Al parecer, amplios sectores pertenecientes al ámbito de las humanidades y de las ciencias sociales han adoptado una filosofía que llamaremos -a falta de un término mejor- «posmodernismo», una corriente intelectual caracterizada por el rechazo más o menos explícito de la tradición racionalista de la Ilustración, por elaboraciones teóricas desconectadas de cualquier prueba empírica, y por un relativismo cognitivo y cultural que considera que la ciencia no es nada más que una «narración», un «mito» o una construcción social. En respuesta a este fenómeno, uno de nosotros, concretamente Sokal, decidió emprender un experimento no ortodoxo (y, forzoso es admitirlo, no controlado). Consistía en presentar una parodia del tipo de trabajo que ha venido proliferando en los últimos años a una revista cultural norteamericana de moda, Social Text, para ver si aceptaban su publicación. El artículo, titulado «Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica», estaba plagado de absurdos, adolecía de una absoluta falta de lógica y, por si fuera poco, postulaba un relativismo cognitivo extremo: empezaba ridiculizando el «dogma», ya superado, según el cual «existe un mundo exterior, cuyas propiedades son independientes de cualquier ser humano individual e incluso de la humanidad en su conjunto», para proclamar de modo categórico que «la "realidad" física, al igual que la "realidad" social, es en el fondo una construcción lingüística y social». Acto seguido, mediante una serie de saltos lógicos desconcertantes, llegaba a la conclusión de que «la π de Euclides y la G de Newton, que antiguamente se creían constantes y universales, son ahora percibidas en su ineluctable historicidad». El resto del texto era del mismo tono.

Pese a todo, el artículo fue aceptado y publicado. Pero eso no fue lo peor, sino que además se insertó en un número especial de Social Text dedicado a rebatir las críticas vertidas por distinguidos científicos contra el posmodernismo y el constructivismo social. Difícilmente podrían encontrar los editores de Social Text una forma más radical de tirar piedras sobre su propio tejado.

Poco después, el mismo Sokal se encargó de desvelar la broma, suscitando un gran escándalo tanto en la prensa popular como en las publicaciones académicas. Han sido muchos los investigadores en el campo de las humanidades y las ciencias sociales que han escrito a Sokal, en tono a veces muy emotivo, para darle las gracias por su iniciativa y expresar también su rechazo de las tendencias posmodernas y relativistas que invaden sus respectivas disciplinas. Así, por ejemplo, un estudiante que se había pagado los estudios tenía la impresión de haber gastado el dinero en la compra de los hábitos de un emperador que, tal y como sucedía en la fábula, estaba desnudo. Otro decía que tanto sus compañeros como él estaban encantados con la parodia, pero pedía que no se revelara su identidad porque, aunque le gustaría ayudar a cambiar su disciplina, no podría hacerlo hasta que no hubiese conseguido un empleo fijo.

Pero, ¿por qué tanto ruido? Pese al escándalo en la prensa, el mero hecho de que la parodia se publicase no demuestra gran cosa; como máximo, pone en evidencia los estándares intelectuales de una publicación de moda. Lo verdaderamente revelador era el contenido de la parodia. Si se analiza con mayor profundidad, se observa que se construyó a partir de citas de eminentes intelectuales franceses y norteamericanos sobre las presuntas implicaciones filosóficas y sociales de las ciencias naturales y de las matemáticas; citas absurdas o carentes de sentido, pero que, no obstante, eran auténticas. En realidad, el artículo de Sokal no es más que una «argamasa» -de «lógica» intencionadamente fantasiosa- que «pega» unas citas con otras. Los autores en cuestión forman un verdadero panteón de la «teoría francesa» contemporánea: Gilles Deleuze, Jacques Derrida, Félix Guattari, Luce Irigaray, Jacques Lacan, Bruno Latour, Jean François Lyotard, Michel Serres y Paul Virilio. En el artículo también se cita a prominentes académicos norteamericanos, especialistas en estudios culturales y otras disciplinas afines, pero éstos, por lo menos en parte, suelen ser discípulos o comentaristas de sus maestros franceses.

Lo que más me ha hecho reír, lo confieso, es el tono sarcástico de la reseña de Dawkins. Una pieza magistral, la cual casi transcribo íntegra (la transcribo en inglés, aunque me entero en el momento en que escribo esto, que existe una traducción al castellano, en un libro de Dawkins que compila varios artículos suyos, y que está publicado por la editorial Gedisa):

Suppose you are an intellectual impostor with nothing to say, but with strong ambitions to succeed in academic life, collect a coterie of reverent disciples and have students around the world anoint your pages with respectful yellow highlighter. What kind of literary style would you cultivate? Not a lucid one, surely, for clarity would expose your lack of content. The chances are that you would produce something like the following:
We can clearly see that there is no bi-univocal correspondence between linear signifying links or archi-writing, depending on the author, and this multireferential, multi-dimensional machiniccatalysis. The symmetry of scale, the transversality, the pathic non-discursive character of their expansion: all these dimensions remove us from the logic of the excluded middle and reinforce us in our dismissal of the ontological binarism we criticised previously.
This is a quotation from the psychoanalyst Félix Guattari, one of many fashionable French 'intellectuals' outed by Alan Sokal and Jean Bricmont in their splendid book Intellectual Impostures, previously published in French and now released in a completely rewritten and revised English edition. Guattari goes on indefinitely in this vein and offers, in the opinion of Sokal and Bricmont, "the most brilliant mélange of scientific, pseudo-scientific and philosophical jargon that we have ever encountered". Guattari's close collaborator, the late Gilles Deleuze, had a similar talent for writing:
In the first place, singularities-events correspond to heterogeneous series which are organized into a system which is neither stable nor unstable, but rather 'metastable', endowed with apotential energy wherein the differences between series are distributed... In the second place, singularities possess a process of auto-unification, always mobile and displaced to the extent that a paradoxical element traverses the series and makes them resonate, enveloping the corresponding singular points in a single aleatory point and all the emissions, all dice throws, in a single cast.
[...] No doubt there exist thoughts so profound that most of us will not understand the language in which they are expressed. And no doubt there is also language designed to be unintelligible in order to conceal an absence of honest thought. But how are we to tell the difference? What if it really takes an expert eye to detect whether the emperor has clothes? In particular, how shall we know whether the modish French 'philosophy', whose disciples and exponents have all but taken over large sections of American academic life, is genuinely profound or the vacuous rhetoric of mountebanks and charlatans?

Sokal and Bricmont are professors of physics at, respectively, New York University and the University of Louvain in Belgium. They have limited their critique to those books that have ventured to invoke concepts from physics and mathematics. Here they know what they are talking about, and their verdict is unequivocal.

[...] We do not need the mathematical expertise of Sokal and Bricmont to assure us that the author [Lacan] of this stuff is a fake. Perhaps he is genuine when he speaks of non-scientific subjects? But a philosopher who is caught equating the erectile organ to the square root of minus one has, for my money, blown his credentials when it comes to things that I don't know anything about.

Hacia el final de su reseña, Dawkins nos da a conocer un instrumento asombroso, el cual me ha dejado sin palabras:

If he [Sokal] were writing his parody today, he would surely be helped by a virtuoso piece of computer programming by Andrew Bulhak of Melbourne, Australia: the Postmodernism Generator. Every time you visit it, at http://www.elsewhere.org/cgi-bin/postmodern/, it will spontaneously generate for you, using faultless grammatical principles, a spanking new postmodern discourse, never before seen.

I have just been there, and it produced for me a 6,000-word article called "Capitalist theory and the subtextual paradigm of context" by "David I. L.Werther and Rudolf du Garbandier of the Department of English, Cambridge University" (poetic justice there, for it was Cambridge that saw fit to give Jacques Derrida an honorary degree). Here is a typical passage from this impressively erudite work:
If one examines capitalist theory, one is faced with a choice: either reject neotextual materialism or conclude that society has objective value. If dialectic desituationism holds, we have to choose between Habermasian discourse and the subtextual paradigm of context. It could be said that the subject is contextualised into a textual nationalism that includes truth as a reality. In a sense, the premise of the subtextual paradigm of context states that reality comes from the collective unconscious.
Visit the Postmodernism Generator. It is a literally infinite source of randomly generated, syntactically correct nonsense, distinguishable from the real thing only in being more fun to read. You could generate thousands of papers per day, each one unique and ready for publication, complete with numbered endnotes. Manuscripts should be submitted to the 'Editorial Collective' of Social Text, double-spaced and in triplicate.

As for the harder task of reclaiming US literary departments for genuine scholars, Sokal and Bricmont have joined Gross and Levitt in giving a friendly and sympathetic lead from the world of science. We must hope that it will be followed.

8 comentarios:

Alfonso Chávez Gallo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Alfonso Chávez Gallo dijo...

El generador es genial. Me reí mucho, pero ahora me preocupa algo: que muchos se den cuenta de todo el trabajo que les puede ahorrar, y empiecen a publicar un artículo al día (o hasta dos)... ¿En el SNI no tendrán un detector de artículos como estos?

Mario Gensollen dijo...

Lo que a mí me tranquiliza es que el generador es de textos en inglés. Esperemos que no se les ocurra hacer uno de textos en castellano... Es más, quizá ya exista. Eso explicaría una cantidad de artículos y libros que al día de hoy se publican y de los que no entiendo ni la primera frase (muchas veces la cual carece incluso de sujeto... ¿o no?)

Alfonso Chávez Gallo dijo...

Bueno, el generador al menos evita los errores gramaticales... Si se empezara a utilizar uno en castellano y tuviera esa misma característica, creo que notaríamos una mejoría en algunas ponencias y cosas así...

Alfonso Chávez Gallo dijo...

Creo que si existiera ese generador en castellano (y bajo el supuesto de que esté tan bien hecho como el original, por lo que evitaría errores gramaticales), entonces notaríamos una mejoría en varias ponencias y cosas así...

Mario Gensollen dijo...

Ja. Y sí. Al menos el Posmodernism Generator procesa información mediante un algoritmo (algo que ni siquiera estoy seguro que suceda en el cerebro de muchos filósofos de las hermanas repúblicas bananeras).

alejandro zúñiga dijo...

Mario:

conocía el comentario de mi queridísimo Dawkins pero no conozco el libro de Sokal, espero poder leerlo pronto, me ha llamado la atención más ahora. Por cierto, mucho menos interesante que tu liga, pero acá hay una para hacer farragosos Best Sellers a la Brown.

http://probar.blogspot.com/

Mario Gensollen dijo...

Ja. ¡Qué buen link el generador de ideas para novelas a la Brown!
Sí, si puedes lee el libro de Sokal. Pensé, justo cuando lo leía, que a ti te podría gustar mucho.
Abrazo