El eco casi se ha extinguido.
martes
Mañana de domingo
El eco casi se ha extinguido.
miércoles
Desgracia e injusticia
Infame declaración de Vicente Fox sobre el caso Ayotzinapa: “A los padres de familia, un mensaje de un padre de familia: no pueden vivir eternamente con ese problema en su cabeza, la vida sigue adelante. Qué bueno que quieren tanto a sus hijos, qué bueno que los extrañen y los lloren tanto, pero ya tienen que aceptar la realidad. El país tiene que seguir caminando y ellos también con el resto de su familia”. Perdonen que se las recuerde, seguramente la han leído o escuchado. Aquí no me interesa, no obstante, hacer un recuento de los traspiés de nuestros últimos mandatarios. México no ha tenido desde hace décadas el gobierno que se merece. Lo que me interesa es analizar el trasfondo de la declaración, el sutil error que hay detrás, y lo pernicioso que es olvidarnos de algunas distinciones importantes.
Traducción de "Eleven Dogmas of Analytic Philosophy"
- El mejor acercamiento a la filosofía es el análisis conceptual, el cual hace uso de la lógica formal o el lenguaje ordinario. Alternativa natural: investigar los conceptos y teorías que se elaboran en las ciencias relevantes. La filosofía consiste en la construcción de teorías, no en el análisis conceptual.
- La filosofía es conservadora, analiza conceptos existentes. Alternativa natural: en lugar de asumir que los conceptos de las personas son adecuados, desarrollar conceptos nuevos y perfeccionados que estén integrados en teorías explicativas. El punto no es interpretar conceptos, sino cambiarlos.
- Las intuiciones de las personas fungen como evidencia para las conclusiones filosóficas. Alternativa natural: evaluar críticamente las intuiciones para determinar sus causas psicológicas, que a menudo están más vinculadas a los prejuicios y errores que a la verdad. ¡No confíes en tus intuiciones!
- Los experimentos mentales son una buena forma de generar evidencia intuitiva. Alternativa natural: usar experimentos mentales sólo como una forma de generar hipótesis, y evaluar objetivamente las hipótesis considerando la evidencia derivada de observaciones sistemáticas y experimentos controlados.
- Las personas son racionales. Alternativa natural: reconocer que las personas son a menudo ignorantes en materias de física, biología y psicología, y que sus creencias y conceptos son frecuentemente incoherentes. La filosofía debe educar a la gente, no excusarla.
- Las inferencias se fundamentan en argumentos. Alternativa natural: mientras que los argumentos son seriales y lingüísticos, las inferencias operan como procesos neurales paralelos que pueden echar mano de representaciones que involucran modalidades visuales y de otros tipos. El pensamiento crítico es diferente de la lógica informal.
- La razón es independiente de la emoción. Alternativa natural: considerar que los cerebros funcionan en virtud de las interconexiones entre los procesos cognitivos y emocionales, las cuales suelen ser valiosas, pero en ocasiones también pueden conducir al error. La mejor forma de pensar es, a la vez, cognitiva y emocional.
- Existen verdades necesarias que lo son en todos los mundos posibles. Alternativa natural: reconocer que ya es bastante difícil descubrir lo que es verdad en este mundo, y no hay manera confiable de establecer lo que es verdad en todos los mundos posibles, por lo que habría que abandonar el concepto de necesidad.
- Los pensamientos son actitudes proposicionales. Alternativa natural: en lugar de considerar a los pensamientos como relaciones abstractas entre seres abstractos y entidades abstractas oracionales (sentence-like entities), aceptar la súbitamente creciente evidencia de que los pensamientos son procesos cerebrales.
- La estructura de la lógica revela la naturaleza de la realidad. Alternativa natural: considerar que la lógica formal es sólo una de las muchas áreas relevantes de las matemáticas para la determinación de la naturaleza fundamental de la realidad. Entonces podemos evitar el error de inferir conclusiones metafísicas a partir de la lógica que esté de moda; como Wittgenstein lo hizo a partir de la lógica proposicional, Quine a partir de la lógica de predicados, y Kripke y Lewis a partir de la lógica modal.
- El naturalismo no puede abordar cuestiones normativas acerca de lo que la gente debe hacer en la epistemología y la ética. Alternativa natural: adoptar un procedimiento normativo que evalúe empíricamente el grado en que las diferentes prácticas alcanzan los objetivos del conocimiento y la moral.
Paul Thagard es profesor de Filosofía y director del Programa de Ciencias Cognitivas en la Universidad de Waterloo, Canadá. Sus libros incluyen: The Cognitive Science of Science: Explanation, Discovery, and Conceptual Change; The Brain and the Meaning of Life; Hot Thought: Mechanisms and Applications of Emotional Cognition; and Mind: Introduction to Cognitive Science.
viernes
Otra hora
Es cierto
No dudes
Que una roca
Puede quebrarse
En diez mil pedazos.
Entiende
Te lo pido
La vida es una
Puede acabarse
En cualquier momento.
No actúo
Sólo siento
Todo o nada
La belleza oculta
A una lógica inútil.
Justo así
Sintió Pessoa
La agria amargura.
Ser nada
Y llevar consigo
Los sueños del mundo.
miércoles
Agosto
Pont des Arts
Dos bocetos
De vuelta
Why We Need To Fear, Or Why Batman Isn't a Coward
A 44-year-old woman with a rare form of brain damage can literally feel no fear, according to a case study published yesterday in the journal Current Biology. Referred to as SM, she suffers from a genetic condition called Urbach-Wiethe Disease. The condition is extremely rare, with fewer than 300 reported cases since it was first described in 1929, and is caused by a mutation in a gene on chromosome 1, which encodes an extracellular matrix protein. The symptoms vary widely, and in about 50% of cases there is calcification, or hardening, of structures in the medial temporal lobe of the brain. In SM's case, it led to degeneration of the amygdala (below), a small, almond-shaped structure known to be involved in fear and other emotions [...]
SM therefore seems unable to detect threats in her environment and, as a result, does not actively avoid potentially dangerous situations as most of us would. (My emphasis). Feinstein and his colleagues argue that this is because the amygdala is essential in triggering a state of fear. The amygdala is but one component of a network of brain structures that normally generate an appropriate fear response, but in its absence this response cannot be mounted, so that the experience of fear is severely diminished. The researchers further suggest that she may be immune to the effects of post-traumatic stress disorder, and that interventions which target the amygdala could therefore be beneficial for sufferers of the condition.
Hornby's way of saying he isn't stupid anymore...
Something has been happening to me recently—something which, I suspect, is likely to affect a significant and important part of the rest of my life. The grandiose way of describing this shift is to say that I have been slowly making my peace with antiquity; or, to express it in words that more accurately describe what’s going on, I have discovered that some old shit isn’t so bad. (My emphasis).
viernes
Algo más acerca de la felicidad
Alta nos queda la felicidadfin último del hombre según Aristótelesalta nos quedarara vez la alcanzamospero a vecesen forma burlona de globodesciende sobre nuestras pobres cabezasy sentimos su suavidadelectrizarnos el peloy asimos su hiloy acariciamos su liviandad ovaly paseamos por el parque del mundocon nuestro globoy reímos como idiotasebrios de felicidadhasta que nos parece ordinario, aburrido, sosopasear como idiotas con un globo por el mundoy la mano pierde el hiloy el globo vuela angustiosamentecomo hacia un precipiciohacia el infinito.
miércoles
The new website of The Frontal Cortex
What does experience-stretching have to do with money and happiness? The Liege psychologists propose that, because money allows us to enjoy the best things in life – we can stay at expensive hotels and eat exquisite sushi and buy the nicest gadgets – we actually decrease our ability to enjoy the mundane joys of everyday life. (Their list of such pleasures includes ”sunny days, cold beers, and chocolate bars”.) And since most of our joys are mundane – we can’t sleep at the Ritz every night – our ability to splurge actually backfires. We try to treat ourselves, but we end up spoiling ourselves.
Hello or Goodbye? Maybe both, in an imaginative way
martes
Reflexiones porosas
Cuando los no científicos oyen hablar de científicos que no han leído nunca una obra importante de la literatura, sueltan una risita entre burlona y compasiva. Los desestiman como especialistas ignorantes. Una o dos veces me he visto provocado y he preguntado cuántos de ellos eran capaces de enunciar el Segundo Principio de la Termodinámica. La respuesta fue glacial; fue también negativa. Y sin embargo lo que les preguntaba es más o menos el equivalente científico de "¿Ha leído usted alguna obra de Shakespeare?"
jueves
Please, Please, Please Let Me Get What I Want
miércoles
Sobre el poder perlocucionario de nuestras ficciones
Las palabras no sólo nos otorgan realidad; también pueden defenderla. En la Edad Media, se suponía que los poetas irlandeses podían proteger los campos de trigo y de cebada "matando a golpe de rima a las ratas", es decir, recitando versos en los campos en los que los roedores habían hecho sus nidos. En el siglo XVI, Tulsidas, la gran figura de la poesía hindi, autor de la versión del Ramayana que incluye la epopeya de Hanuman y su ejército de monos (el célebre Ramacaritamanasa o Lago de los hechos de Rama), fue encerrado por el rey en una torre de piedra. A solas en su celda, Tulsidas recitó su poema en voz alta y de esa recitación surgieron el mono Hanuman y su ejército, que irrumpieron en la torre y liberaron a su hacedor. En 1940, dieciséis años después de la muerte de Kafka, Milena, la mujer que tanto había querido, fue detenida por los nazis y enviada a un campo de concentración. De pronto la vida pareció convertirse en su reverso: no en muerte, que es su conclusión, sino en un estado demencial y sin sentido, un estado de un sufrimiento brutal que no respondía a culpa alguna ni tenía ningún propósito visible. Intentado sobrevivir a esa pesadilla, una amiga de Milena concibió un método: recurrir a los libros que había leído hacía tiempo y que, inconscientemente, almacenaba en la memoria. Entre los textos memorizados figuraba uno de Máximo Gorki, "Ha nacido un hombre". La historia relata cómo el narrador, un muchacho que acierta a pasar un día por un lugar de la costa del Mar Negro, se topa con una campesina que está aullando de dolor. La mujer está embarazada; ha huido del hambre que azota su aldea y ahora, sola y aterrorizada, está a punto de dar a luz. A pesar de sus protestas, el muchacho la ayuda. Baña al recién nacido en el mar, enciende una hoguera y prepara un poco de té. Al final del relato, el muchacho y la madre siguen a un grupo de campesinos; el muchacho sostiene con un brazo a la madre; en el otro, lleva al niño. El relato de Gorki se convirtió, para la amiga de Milena, en un santuario, un pequeño lugar seguro en el que podía refugiarse del horror cotidiano. La ficción no ofrecía ningún sentido a su desgraciada situación, no la explicaba ni la justificaba; ni siquiera ofrecía esperanza para el incierto futuro. Simplemente existía como un punto de equilibrio recordándole que había una luz en medio de aquella oscuridad y ayudándole así a sobrevivir. Ése, creo yo, es el poder que tienen las ficciones.
martes
¿El último intelectual?
Iba en el coche, casi llegando a casa, el sábado que escuché por la radio la noticia de su muerte. Un matrimonio de amigos míos, muy amigos suyos, hace algunas semanas me habían informado que su muerte era inevitable. Nada había que hacer, sólo esperar. Muerto, pienso que el único homenaje que realmente merece es que quienes no le hayan leído, le lean; quienes le hemos leído y disfrutado, que le releamos. Y eso he hecho.
Antes, una búsqueda rápida por la red. Leo «Conciencia crítica», el breve texto que su amigo José Emilio Pacheco publicó en El País a raíz de su muerte. Dos ideas: la perdida de Monsiváis nos lleva, sobre todo, a la resignación a no verlo más en la televisión, no leerlo en el diario, no encontrárnoslo nunca más en las innumerables presentaciones de libros ni mesas redondas a las que asistía. El mismo José Emilio, durante la presentación que hizo del premio FIL 2006 a Monsiváis, aventuró un par de hipótesis sobre su ubicuidad: «La primera hipótesis acerca de este enigma es que la ciencia nacional ya ha logrado en secreto la clonación: hay un ejército de Monsivaises que fingen ser una sola persona. La segunda se apoya en la magia del México profundo: como la protagonista de la más hermosa historia fantástica inventada anónimamente en este país, La Mulata de Córdoba, Monsiváis posee el don de la ubicuidad, la solidaridad con los oprimidos, el poder de escapar a todo lo que pretende cercano y el privilegio de la eterna juventud». La segunda idea completa a la primera: la muerte de Monsiváis nos representa la pérdida de una de las más lúcidas y omnipresentes conciencias críticas de nuestra cultura (alta o baja, da igual).
Leo, también, en el Blog de la redacción de Letras Libres, una entrada de Rafael Lemus (uno de los decanos de nuestra futura crítica literaria, según el propio José Emilio) sobre Monsiváis. Aunque la fuerza perlocucionaria de su texto es precisa (Rafael trata, si no me equivoco, de desmitificar la presencia monolítica de un hombre heterogéneo y polifacético), no concuerdo con él en una sola idea: Rafael parece sugerir que no hay en la obra de Monsiváis un núcleo, un tema que pueda englobar, aunque sea en su mismo caos, los tan diversos intereses que motivaron su escritura.
Ahora sí, a releer a Monsiváis. Un primer recuerdo: hace algunos años leí Las alusiones perdidas, el texto que recogía las participaciones de Pacheco y Monsiváis durante la entrega del Premio FIL 2006. Herralde, afortunadamente, no dejo que estos textos se diluyeran en el olvido de los asistentes, y los publicó en un pequeño libro en el que ahora creo encontrar algunas de las claves para leer la basta obra de Monsiváis. Cuando lo leí, no me percaté en qué medida había influido en mí. Así sucede: nuestras ideas —se sabe— no son más que un conjunto de frases prestadas, que cuando lo son inconscientemente, se acoplan a otras y forman un sistema de creencias no original en sus partes, pero sí en su conjunto. No quiero alargar esto, que daría para un pequeño libro, así que me limito a citar a Monsiváis, las ideas que creo que están presentes en su mirada atenta y siempre imaginativa:
El mayor enemigo de la lectura no es el culto de las imágenes, ni el desdén por todo lo que envía a desenterrar un diccionario, ni siquiera la incomunicación entre los seres humanos […] sino las catástrofes en la enseñanza pública y, quién lo dijera, privada, una demolición que vigorizan el desplome de las economías y el sopor ante la idea de las humanidades […]
Si aún persiste el impulso del desarrollo cultural, actúan en su contra, entre otros, los siguientes elementos: el deterioro del magisterio (salarial y social) y el crecimiento gozoso del analfabetismo funcional, muy en especial entre las «buenas familias». Desaparece la mayoría de las referencias que han sido el código compartido de los países de habla hispana, y los autores, lo reconozcan o no, sedirigen a los lectores desde la incertidumbre. «¿Qué se yo de lo que en verdad leen, y cómo enterarme de si leen lo que escribo con datos incontrovertibles ajenos a los índices de ventas?» Los puntos de acuerdo y recuerdo se van desvaneciendo y a esto José Emilio Pacheco lo llama el proceso de «las alusiones perdidas». El idioma febril de las nuevas corrientes no incluye por ejemplo a casi todas las referencias bíblicas, de la cultura grecolatina, de la historia del siglo XIX, de los grandes momentos de los países. ¿Cuántos saben en qué consistieron la burra de Balaam, la humillación de Canosa, el tonel de las Danaides, Scilla y Caribdis, o, en México, la Guerra de los Pasteles (la invasión del ejercito francés para cobrar la deuda de un pastelero) y el Héroe de Nacozari (el conductor de tren que se sacrifica para salvar a los pasajeros y a la población)? La memoria colectiva sólo interviene en las ocasiones de contento, y el ayer, salvo casos excepcionales, se considera denso, aburrido, dificultoso. Y la mayoría de los que leen, leen otra cosa, no sé cuál pero otra.
[...] ¿en qué momento y por qué motivo la lectura y la cultura definidas clásicamente (artes, música, teatro, cine de calidad) pasan a ser algo que se envía a las regiones del tiempo libre, mientras que los medios y la industria del entretenimiento son para demasiados «la realidad»? Y una gran interrogante: ¿cuándo se pierde, en definitiva, la causa de las humanidades como formación central?
Al humanismo se lo expulsa en definitiva del currículum educativo en la década de 1970, al encargársele a la iconosfera (el imperio de las imágenes) la formación de las nuevas generaciones. No se le ve sentido a la brillantez verbal, y cada vez son menos los capaces de sentirla y admirarla, la gran mayoría renuncia a la lectura de poemas, y el asunto se agrava al decidirse —sin razonarlo y sin deliberarlo— que la literatura ya no es el punto de partida de la estructura del conocimiento, sino, francamente, un entretenimiento que no alcanzó el grado de los deberes escolares. (Algo se sabe de la trama de Don Quijote, ¿pero quién lo lee? No ciertamente muchísimos funcionarios que presiden los homenajes a Cervantes). Y el sitio antes central de la literatura lo ocupan las imágenes, al grado de que el «tiempo libre» de la sociedad viene a ser lo que resta luego de ver partidos de futbol, telenovelas, reality shows, series televisivas, películas, lo que, además, ya no es «tiempo libre» sino «obligación urbana». ¿Tiene caso quejarse? Por supuesto que no, lo inevitable sucede aunque lo inevitable desemboque en la desarticulación de la sociedad.
Monsiváis fue el cronista de nuestras nuevas alusiones compartidas, y la conciencia siempre crítica del proceso gradual e inevitable de las alusiones perdidas. Pero, si como él mismo afirma, de nada sirve quejarse, ¿no sería más sensato acudir como un espectador silencioso al espectáculo diario de desarticulación de la sociedad? En algún sentido sí, pero ello no le quita valor a la filiación que podemos sentir hacia las causas perdidas —nosotros, quienes defendemos lo humano a capa y espada, sabiendo de antemano que ya hemos perdido la batalla. Así resume Monsiváis sus credenciales:
Mi acta de ciudadanía se arma con la suma de causas perdidas que me han importado y que continúan haciéndolo. Cómo negar el atractivo de las causas perdidas: alejan del orgullo pueril de la repartición de prebendas, le confieren a la derrota el aire de la sabiduría, auspician el sentido del humor a contracorriente, crean escalas valorativas más justas o mucho menos injustas y, sobre todo, se vuelven inevitables en la era neoliberal. Si no se cae en el victimismo, las causas perdidas son un recurso enorme de la salud mental. «Que Dios debería proteger a los buenos ya que los malos son definitivamente estúpidos y tan corruptos que en las noches se giran a sí mismos cheques sin fondos».
No nos percataremos de inmediato del significado que tiene la pérdida de Monsiváis. Pronto o tarde quizá su obra se desvanezca en el proceso de las alusiones perdidas. Quizá él mismo, más consciente que muchos otros, sabía que también esa batalla la tenía perdida. ¿Fue él nuestro último intelectual? ¿Nuestra última mirada penetrante, imaginativa y vagabunda? No el último, pero sí uno de los últimos. Pocos quedan que, sin encasillarse en los especializados y eruditos muros de la academia, ni en la profesión analfabeta de los opinadores profesionales, combinen virtuosamente el rigor y la imaginación que, como afirma Carlos P., son los ingredientes necesarios para examinar cualquier cosa.
(Texto para la cápsula «Al Margen del Libro», del programa Notas al Margen. A transmitirse el 29 de junio de 2010).
lunes
Addendum a la entrada anterior
sábado
Sobre el presunto derecho a poder decir cualquier cosa (Obertura)
La publicación en Francia de nuestro libro Impostures intellectuelles parece haber provocado una pequeña tempestad en determinados círculos intelectuales. Según Jan Henley en The Guardian, demostramos que «la filosofía francesa actual es una sarta de bobadas». Según Robert Maggiori en Libération, somos unos científicos pedantes y sin sentido del humor que se dedican a corregir errores gramaticales en cartas de amor. Nos gustaría explicar brevemente por qué ambas caracterizaciones de nuestro libro son erróneas y responder tanto a nuestros críticos como a nuestros seguidores superentusiastas. Queremos, en definitiva, deshacer unos cuantos malentendidos.El libro surgió de la ya famosa broma por la que uno de nosotros publicó, en la revista norteamericana de estudios culturales Social Text, un artículo paródico plagado de citas absurdas, pero desgraciadamente auténticas, sobre física y matemáticas, tomadas de célebres intelectuales franceses y estadounidenses. No obstante, sólo una pequeña parte del dossier reunido por Sokal en su investigación bibliográfica pudo ser incluida en la parodia. Tras mostrar esa recopilación a amigos científicos y no científicos, nos fuimos convenciendo (lentamente) de que quizá valiera la pena ponerlo al alcance de un público más amplio. Queríamos explicar, en términos no técnicos, por qué las citas son absurdas o, en muchos casos, carentes de sentido sin más; y queríamos también examinar las circunstancias culturales que hicieron posible que esos discursos alcanzaran tanta fama sin que nadie, hasta la fecha, hubiera puesto en evidencia su vaciedad.Pero, ¿qué es exactamente lo que sostenemos? Ni demasiado ni demasiado poco. Mostramos que famosos intelectuales como Lacan, Kristeva, Irigaray, Baudrillard y Deleuze han hecho reiteradamente un empleo abusivo de diversos conceptos y términos científicos, bien utilizando ideas científicas sacadas por completo de contexto, sin justificar en lo más mínimo ese procedimiento -quede claro que no estamos en contra de extrapolar conceptos de un campo del saber a otro, sino sólo contra las extrapolaciones no basadas en argumento alguno-, bien lanzando al rostro de sus lectores no científicos montones de términos propios de la jerga científica, sin preocuparse para nada de si resultan pertinentes, ni siquiera de si tienen sentido. No pretendemos con ello invalidar el resto de su obra, punto en el que suspendemos nuestro juicio.Se nos acusa a veces de ser científicos arrogantes, pero lo cierto es que nuestra visión del papel de las ciencias duras es más bien modesta. ¿No sería hermoso (precisamente para nosotros, matemáticos y físicos) que el teorema de Gödel o la teoría de la relatividad tuvieran inmediatas y profundas consecuencias para el estudio de la sociedad? ¿O que el axioma de elección pudiera utilizarse para estudiar la poesía? ¿O que la topología tuviera algo que ver con la psique humana? Pero por desgracia no es ése el caso.Un segundo blanco de ataque de nuestro libro es el relativismo epistémico, a saber, la idea -que, al menos cuando se expresa abiertamente, está mucho más extendida en el mundo de habla inglesa que en Francia- según la cual la ciencia moderna no es más que un «mito», una «narración» o una «construcción social» entre otras muchas. Amén de algunos abusos de grueso calibre (como en el caso de Irigaray), desentrañamos cierto número de confusiones bastante frecuentes en los círculos posmodernos y de estudios culturales: por ejemplo, la apropiación indebida de ideas procedentes de la filosofía de la ciencia, tales como la subdeterminación de la teoría por los datos o la dependencia de la observación respecto de la teoría, todo con el propósito de apoyar el relativismo radical.
El origen de este libro estuvo en una broma. Desde hace años, estamos asombrados e inquietos por la evolución intelectual que han experimentado ciertos medios académicos norteamericanos. Al parecer, amplios sectores pertenecientes al ámbito de las humanidades y de las ciencias sociales han adoptado una filosofía que llamaremos -a falta de un término mejor- «posmodernismo», una corriente intelectual caracterizada por el rechazo más o menos explícito de la tradición racionalista de la Ilustración, por elaboraciones teóricas desconectadas de cualquier prueba empírica, y por un relativismo cognitivo y cultural que considera que la ciencia no es nada más que una «narración», un «mito» o una construcción social. En respuesta a este fenómeno, uno de nosotros, concretamente Sokal, decidió emprender un experimento no ortodoxo (y, forzoso es admitirlo, no controlado). Consistía en presentar una parodia del tipo de trabajo que ha venido proliferando en los últimos años a una revista cultural norteamericana de moda, Social Text, para ver si aceptaban su publicación. El artículo, titulado «Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica», estaba plagado de absurdos, adolecía de una absoluta falta de lógica y, por si fuera poco, postulaba un relativismo cognitivo extremo: empezaba ridiculizando el «dogma», ya superado, según el cual «existe un mundo exterior, cuyas propiedades son independientes de cualquier ser humano individual e incluso de la humanidad en su conjunto», para proclamar de modo categórico que «la "realidad" física, al igual que la "realidad" social, es en el fondo una construcción lingüística y social». Acto seguido, mediante una serie de saltos lógicos desconcertantes, llegaba a la conclusión de que «la π de Euclides y la G de Newton, que antiguamente se creían constantes y universales, son ahora percibidas en su ineluctable historicidad». El resto del texto era del mismo tono.Pese a todo, el artículo fue aceptado y publicado. Pero eso no fue lo peor, sino que además se insertó en un número especial de Social Text dedicado a rebatir las críticas vertidas por distinguidos científicos contra el posmodernismo y el constructivismo social. Difícilmente podrían encontrar los editores de Social Text una forma más radical de tirar piedras sobre su propio tejado.Poco después, el mismo Sokal se encargó de desvelar la broma, suscitando un gran escándalo tanto en la prensa popular como en las publicaciones académicas. Han sido muchos los investigadores en el campo de las humanidades y las ciencias sociales que han escrito a Sokal, en tono a veces muy emotivo, para darle las gracias por su iniciativa y expresar también su rechazo de las tendencias posmodernas y relativistas que invaden sus respectivas disciplinas. Así, por ejemplo, un estudiante que se había pagado los estudios tenía la impresión de haber gastado el dinero en la compra de los hábitos de un emperador que, tal y como sucedía en la fábula, estaba desnudo. Otro decía que tanto sus compañeros como él estaban encantados con la parodia, pero pedía que no se revelara su identidad porque, aunque le gustaría ayudar a cambiar su disciplina, no podría hacerlo hasta que no hubiese conseguido un empleo fijo.Pero, ¿por qué tanto ruido? Pese al escándalo en la prensa, el mero hecho de que la parodia se publicase no demuestra gran cosa; como máximo, pone en evidencia los estándares intelectuales de una publicación de moda. Lo verdaderamente revelador era el contenido de la parodia. Si se analiza con mayor profundidad, se observa que se construyó a partir de citas de eminentes intelectuales franceses y norteamericanos sobre las presuntas implicaciones filosóficas y sociales de las ciencias naturales y de las matemáticas; citas absurdas o carentes de sentido, pero que, no obstante, eran auténticas. En realidad, el artículo de Sokal no es más que una «argamasa» -de «lógica» intencionadamente fantasiosa- que «pega» unas citas con otras. Los autores en cuestión forman un verdadero panteón de la «teoría francesa» contemporánea: Gilles Deleuze, Jacques Derrida, Félix Guattari, Luce Irigaray, Jacques Lacan, Bruno Latour, Jean François Lyotard, Michel Serres y Paul Virilio. En el artículo también se cita a prominentes académicos norteamericanos, especialistas en estudios culturales y otras disciplinas afines, pero éstos, por lo menos en parte, suelen ser discípulos o comentaristas de sus maestros franceses.
Suppose you are an intellectual impostor with nothing to say, but with strong ambitions to succeed in academic life, collect a coterie of reverent disciples and have students around the world anoint your pages with respectful yellow highlighter. What kind of literary style would you cultivate? Not a lucid one, surely, for clarity would expose your lack of content. The chances are that you would produce something like the following:
We can clearly see that there is no bi-univocal correspondence between linear signifying links or archi-writing, depending on the author, and this multireferential, multi-dimensional machiniccatalysis. The symmetry of scale, the transversality, the pathic non-discursive character of their expansion: all these dimensions remove us from the logic of the excluded middle and reinforce us in our dismissal of the ontological binarism we criticised previously.This is a quotation from the psychoanalyst Félix Guattari, one of many fashionable French 'intellectuals' outed by Alan Sokal and Jean Bricmont in their splendid book Intellectual Impostures, previously published in French and now released in a completely rewritten and revised English edition. Guattari goes on indefinitely in this vein and offers, in the opinion of Sokal and Bricmont, "the most brilliant mélange of scientific, pseudo-scientific and philosophical jargon that we have ever encountered". Guattari's close collaborator, the late Gilles Deleuze, had a similar talent for writing:In the first place, singularities-events correspond to heterogeneous series which are organized into a system which is neither stable nor unstable, but rather 'metastable', endowed with apotential energy wherein the differences between series are distributed... In the second place, singularities possess a process of auto-unification, always mobile and displaced to the extent that a paradoxical element traverses the series and makes them resonate, enveloping the corresponding singular points in a single aleatory point and all the emissions, all dice throws, in a single cast.[...] No doubt there exist thoughts so profound that most of us will not understand the language in which they are expressed. And no doubt there is also language designed to be unintelligible in order to conceal an absence of honest thought. But how are we to tell the difference? What if it really takes an expert eye to detect whether the emperor has clothes? In particular, how shall we know whether the modish French 'philosophy', whose disciples and exponents have all but taken over large sections of American academic life, is genuinely profound or the vacuous rhetoric of mountebanks and charlatans?Sokal and Bricmont are professors of physics at, respectively, New York University and the University of Louvain in Belgium. They have limited their critique to those books that have ventured to invoke concepts from physics and mathematics. Here they know what they are talking about, and their verdict is unequivocal.[...] We do not need the mathematical expertise of Sokal and Bricmont to assure us that the author [Lacan] of this stuff is a fake. Perhaps he is genuine when he speaks of non-scientific subjects? But a philosopher who is caught equating the erectile organ to the square root of minus one has, for my money, blown his credentials when it comes to things that I don't know anything about.
If he [Sokal] were writing his parody today, he would surely be helped by a virtuoso piece of computer programming by Andrew Bulhak of Melbourne, Australia: the Postmodernism Generator. Every time you visit it, at http://www.elsewhere.org/cgi-bin/postmodern/, it will spontaneously generate for you, using faultless grammatical principles, a spanking new postmodern discourse, never before seen.I have just been there, and it produced for me a 6,000-word article called "Capitalist theory and the subtextual paradigm of context" by "David I. L.Werther and Rudolf du Garbandier of the Department of English, Cambridge University" (poetic justice there, for it was Cambridge that saw fit to give Jacques Derrida an honorary degree). Here is a typical passage from this impressively erudite work:If one examines capitalist theory, one is faced with a choice: either reject neotextual materialism or conclude that society has objective value. If dialectic desituationism holds, we have to choose between Habermasian discourse and the subtextual paradigm of context. It could be said that the subject is contextualised into a textual nationalism that includes truth as a reality. In a sense, the premise of the subtextual paradigm of context states that reality comes from the collective unconscious.Visit the Postmodernism Generator. It is a literally infinite source of randomly generated, syntactically correct nonsense, distinguishable from the real thing only in being more fun to read. You could generate thousands of papers per day, each one unique and ready for publication, complete with numbered endnotes. Manuscripts should be submitted to the 'Editorial Collective' of Social Text, double-spaced and in triplicate.As for the harder task of reclaiming US literary departments for genuine scholars, Sokal and Bricmont have joined Gross and Levitt in giving a friendly and sympathetic lead from the world of science. We must hope that it will be followed.